(si quieren, pueden guardar la imagen y abrirla como documento fotográfico para leer el artículo... por cierto, propiedad de su autor, del diario Público y de quien proceda, y no se pretende aquí causar problemas a los afectados ni buscar lucro alguno, sólo mover a la reflexión al respecto)
Comparto con matices. Porque antes que calcar las tintas sobre el producto (un tipo de literatura, digamos " ligera" o "popular" siempre ha existido, y no es en sí mismo algo malo... todo tiene su momento) yo entiendo el problema en una industria que anestesia al consumidor, y en un consumidor que no siente la más mínima necesidad de rebelarse ante esa afrenta. Nos comemos la sopa boba porque nos es ofrecida constantemente como delicatessen, mermando nuestra curiosidad por otras recetas que terminamos por ver como exóticas e indigestas. Leemos "lo que hay que leer", adocenados y borreguiles.
En la otra cara de la moneda, la industria potencia este conformismo. Supongo que la batalla está perdida, que todos, yo el primero, comemos de esa bandeja que nos ponen delante y oculta platos más pequeños, alejados del foco. Pero al menos tengamos la conciencia de que, más allá de los laureles hacia un libro o autor por parte del grupo Prisa (u otro poder fáctico cualquiera), existe un mundo por descubrir.
(Pd, cuántas veces he repetido "que"...)
ACTUALIZACIÓN: me dicen en los comments que la foto del texto está demasiado borrosa, ilegible. Pues que nadie se deje las pupilas en el texto de Olmos: se lo ofrezco enterito (una vez más, no hay ánimo de lucro y los derechos son de quien corresponda y etc etc)
Yo no leo. No leo nada. De hecho, no estoy al corriente de las novelas que se publican hoy en día, ni de los autores que importan. Mi desconocimiento de la literatura llega a tal punto que nunca me acuerdo del nombre de pila de Ruiz Zafón. ¿Ignacio, Daniel? Soy un completo iletrado, o al menos eso debería afirmar al conocer cuáles son los gustos de lectura, tan extraterrestres para mí. No he leído ninguna de las novelas que casi todo el mundo ha leído. Ni siquiera he hojeado ni una sola de las obras citadas en masa por los encuestados. Sin embargo, reconozco que leo. En concreto, cerca de 100 novelas al año, una cada cuatro días. ¿Por qué yo (y muchos lectores) no están en este sondeo? Supongo que por lo mismo por lo que los lectores no aparecen en los sondeos sobre películas: porque no tiene nada que ver. Billie Wilder, preguntado por la película Mein Kampf, dijo: “Me gustó más el libro”. A mí (y a muchos lectores) nos pasa los mismo: nos gustan más los libros que... esto.
¿Qué es esto? Esto son libros que quieren ser películas; son películas puestas por escrito como si pones por escrito el ladrón municipal. Letras son, sí, y se pueden leer, pero apenas son literatura. ¿Por qué no me congratulo de que al menos la gente lea? Porque estoy harto de que la gente lea siempre la misma cosa; porque estoy harto de que sólo se hable de libros que venden millones de ejemplares y no de libros que rompen al lector en dos, y lo cambian, y lo mejoran. Porque la literatura es maravillosa y poner números, porcentajes, éxito a su lado es deslucirla y convertirla en producto. Porque hay cientos de escritores hoy geniales, que en su día no obtuvieron el menor beneficio de sus obras, y que trabajaron en los peores puestos imaginables, y escribieron de noche, y escribieron con hambre, y escribieron con sangre, y dignificaron la palabra. Y hoy se habla tanto de Ken Follett como de William Faulkner. Pero Ken Follett no va a decir nada que importe dentro de cien años.
Lo más triste de “lo que le gusta a la gente y lo que la gente lee” es que no refleja realmente lo que le gusta a la gente, ni mucho menos lo que la gente lee. Si así fuera, unos cuantos ejecutivos editoriales serían genios; y no lo son. Quiero decir que El niño con el pijama de rayas ya era un bestseller antes de vender un solo ejemplar, del mismo modo que la película de moda y el disco de moda están de moda antes de que nadie hable de ellos. Si la industria editorial quisiera, un libro completamente en blanco sería un best-seller. La gente compra (y no lee) el libro que hay que comprar. Eso es todo. Lo halagüeño de este estudio es que parece que hay millones de lectores (uno al menos por cada ejemplar vendido de La catedral del mar). No los hay. En España leen unos cuantos miles de personas, y a buen seguro un trabajo de campo en las bibliotecas sería más indicativo de lo que la gente lee que uno hecho en las librerías. El lector de librería es el lector-consumo, lector masivo. El lector de biblioteca es el lector solitario, ese que cuando le dicen que la vida es maravillosa, responde: “Sí, pero me gustó más el libro”