

Uno es alérgico a la comedia patria, pero se decía mucho y bueno de este debut. Y carainas, me he reido (incluso he soltado una sonora carcajada), así que toca recomendar Pagafantas.
A su favor tenemos un actores muy logrados (te los crees en su esperpento), unas situaciones que se trufan de frases y hechos familiares (inevitablemente, como protagonistas o como testigos, todos conocemos a algún pagafantas), y una curva ascendente que va del humor costumbrista al espejo deformante, con escenas desquiciadas y casi absurdas (o sin casi) que operan con precisión para removernos, entre la risa y el bochorno o vergüenza ajena.
Buena banda sonora, y como ginda una pirueta metalinguística, al saber reflejarse hábilmente en aquello que se conoció como Comedia Madrileña (ahí está para reforzarlo un Oscar Ladoire que parece el “veinte años después” de sus propios personajes ochenteros, y cediendo el testigo a un Gorka Otxoa sensacional)
Cinta ideal, vamos, para relajarse una tarde de lluvia, o compartirla con buena compañía, pizza y cerveza y disposición de pasar unas risas (bien, si nos estiramos como cobras ;) ante la pantalla, si nos predisponemos a que esto no nos guste, no se va a disfrutar, claro… Pagafantas es lo que es, y no una obra maestra del género… pero funciona, que no es poco).Empiezo para hablar de El Vecino 3… pensando en la tele. El secreto de las sitcom reside antes que en su forma, en su guión, en la eficacia de los diálogos, las réplicas y las contrarréplicas chispeantes, y en lograr escenas brillantes antes que conjuntos cohesionados. También en la fuerza de sus personajes. Éstos, en las mejores “series de risas enlatadas”, parten de trazos gruesos para, capítulo a capítulo, temporada a temporada, capa a capa, componer caracteres multidimensionales.
No importa pues que los actores amaneren su composición, o que los decorados sean más o menos pobres. Nunca se entendió en España, donde el “toque” de calidad de las teleseries está siempre en “salir a la calle”, “superar el estudio”. El Vecino 3, en cambio, participa de aquellas características y las eleva a su máxima expresión (hay, evidentemente, dos Vecinos anteriores). Sus autores han estilizado su propuesta, desarropándola de artificios para centrarse en lo esencial. Les ha salido una jugada redonda, y además va mucho más allá de la mera “comedia de situación” (pudo serlo, acaso, en su primer tomo), aunque en sus páginas hay no pocas situaciones de gozosa comedia (y muy eficaz, anda que no me he reido).
En esta tercera historia de la azarosa amistad entre un apocado opositor y un superhéroe/desastre, la narración se vuelve aparentemente invisible (con una inamovible página de tres por tres, nueve viñetas iguales y sin juegos de diseño lustrosos), el dibujo va a la esencia, prescindiendo a menudo de fondos, y centrándose en los gestos, en el lenguaje facial y corporal (magnífico trabajo). La composición, además, es cuidadosa, pues ello no se riñe con la discreción, con esa intención de narrar de un modo inadvertido. Ejemplo; varias veces el cambio de escena se remarca con un significativo cambio de eje, o con una ruptura del plano.
Pero lo mejor del dibujo está en comprobar cómo El Vecino 3 transmite su discurso desde el mismo apartado gráfico. Desde esa sencillez (que no simplismo), desde el voluntario empleo del blanco y negro (salvo un circunstancial y muy simbólico escarlata), pero también desde algún toque sutil pero significativo, algún cambio leve en el estilo que nunca es remarcado… pero está ahí, para el ojo atento. Todo ello dejando libertad para la interpretación subjetiva de cada lector. Otra vez acudo al ejemplo: es significativo que al final del relato, en la página 132, en una viñeta Pepo Pérez retrata a Javier con detalles realistas. Sombrea y da volúmenes por primera vez a un rostro (que nos observa silente). Queda así marcada la importancia del momento, pero no explicitado el sentido del mismo. Es cosa nuestra redondear su significado.
Añadamos al análisis (espeso y quizá confuso, pero ya acabamos, tranquilos) que en su guión (de Santiago García, que se sale) el drama se ha imbricado admirablemente con lo cómico, que la hondura de las situaciones es mucha (esa red de mentiras y omisiones para mantener equilibrios sentimentales), que cuando toca reir lo haces a gusto (ah, ese enemigo invisible, muy, demasiado invisible), o que a día de hoy es muy difícil encontrar unos diálogos tan precisos y fluidos. Tan brillantes.
Así que en fin, tenemos en las manos uno de esos tebeos que merecen la pena. Muchísimo
Panini editorial está editando una completísima historia de la historieta. Habiendo llegado ya al ecuador de una enciclopedia de 12 volúmenes, es buen momento para revisar lo ya publicado
Hubo en España una enciclopédica Historia de los Cómics que, bajo el amparo de la ya extinta Toutain Editorial, juntaba a críticos y expertos internacionales para, en un coleccionable por fascículos semanales, realizar una historia de la historieta. Hasta hoy era una obra básica de lectura y consulta, pero claro, hablamos de un producto de los años ochenta, con lo que evidentemente ya esta desfasado.
La investigación histórica no se preocupó por las viñetas en estos veinte años. Siempre podremos destacar voluntariosas excepciones, claro, pero no una intención metódica de reflejar todo el universo del noveno arte en una obra global y plural. Así que “Del Tebeo al Manga: una historia de los cómics” es, cuanto menos, un tabajo necesario. Hablamos de un total de doce volúmenes de más de 200 páginas cada uno, una enciclopedia de autoría coral (bajo la dirección/coordinación de Antoni Guiral), que repasa la historia del medio desde sus inicios en el siglo XIX hasta el presente más actual.
Su último número hasta la fecha es el sexto tomo de la colección, con el cual llegamos a un determinado ecuador de la misma. Ecuador aritmético, pero quizá, en cierto modo, también temático: la enciclopedia articula cada volumen no en un eje cronológico. En su primer tomo analiza los orígenes de la historieta y su implantación como exitoso producto mass-media en la prensa, el segundo volumen estudia las tiras de humor de los diarios, y los siguientes se detienen el el comic-book y el género de los superhéroes, o en las publicaciones alternativas. Curiosamente, en esta primera mitad el entorno geográfico dominante ha sido Estados Unidos, mientras que en los volúmenes venideros girarán su atención a Europa, Argentina o Japón. En este sentido, puede ser un buen momento tanto para subirse al tren, como para tantear alguno de los tomos previos atraido por su tema medular. O para no abandonar dicho tren, si ya se es un fijo desde el primer tomo, claro.
En cualquier caso, el lector descubrirá un trabajo exhaustivo, un recorrido nada superficial por la historia del medio que utiliza un lenguaje ameno y alejado del academicismo, que pretende aunar el rigor con un estilo coloquial en pos del público generalista. A encandilarle ayuda también una cuidada maquetación, con abundante documentación gráfica, y una presentación atractiva con numerosos cuadros y fichas, llamadas al margen y textos complementarios.
Y, además, por su trabajo de minuciosa investigación y ansias competistas, ““Del Tebeo al Manga: una historia de los cómics” es indispensable para cualquie amante de la historieta por muy experto que se crea en su historia general.
Ramoncín logra cerrar el canal de la revista El Jueves en Youtube. Este tipo cada vez me cae mejor (es broooma). Desde El Jueves, a las borrascas, como siempre, ponen buena cara (gamberra, claro, cara gamberra): ver el vídeo, hasta el baile final
Queso (yo uso el fresco, da una suavidad delicada)
Nueces (yo compro peladas, que eso de pelar dicen que deja ciego)
Miel
Esta vez, sí, esta vez pude ir, cruzar todo Vigo y encontrar aparcamiento para asistir a una presentación en Banda Deseñada (una de las mejores librerías de la city, y responsable de un activo blog a tener en cuenta). Y así pude conocer in person al muy afable Álvaro Ortiz, habitual de esta casa, con quien charlamos de cómics y acabamos hablando de aviones sobre nuestra cabeza mientras me firmaba su último trabajo, un tebeo del que se dará cuenta en breve.
Fue un muy buen rato, buen ambiente, conocidos (Cano, de la librería Paz)... ¿qué más se puede pedir?
Este es el artículo del Faro del viernes, día siguienta el cumple del galo.
El último álbum de astérix aún no lo he leido, por lo que espero haber hecho referencias lo bastante neutras (fue esa la intención, vamos).
Hace medio siglo, concretamente el 29 de octubre de 1959, nació en las páginas de la revista de historieta “Pilote” un personaje llamado a convertirse en uno de los más célebres iconos del pasado siglo.
Se trataba de un galo menudo y sagaz, de nombre Astérix. Su dibujante era Albert Uderzo, y su guionista, René Goscinny. El escritor y el dibujante colaboran por primera vez en 1952, con la serie de “Luc Junior”, a la que siguen otras como “Jehan Pistolet” o, en 1958, las célebres aventuras del indio “Oumpah-Pah”, donde ya es palpable el magnífico buen hacer del equipo. Antes, e en 1956, un pequeño big bang será la antesala a sus obras mayores. Ambos autores y otros como Charlier el creador de “Blueberry”) montan su propia agencia, a través de la cual crean la revista “Pilote”, publicación moderna que supone frescura frente a las clásicas revistas “Spirou” y “Tintín”, y en cuyo seno aparecerán por primera vez, y serializadas, las aventuras del galo Astérix. Hace cincuenta años.
El éxito del galo reside en numerosos factores: el dibujo de Uderzo es brillante, de trazo virtuoso y al tiempo amable, deudor de los mejores talentos de la Disney (como el dibujante Floyd Gottfredson) y de la escuela franco belga (Jijé, uno de los mejores autores tras el famoso personaje Spirou) pero con una sólida personalidad. Su dibujo expresivo, elástico y amable entra por los ojos. Y además, los guiones son simplemente brillantes. Desde su aventura inaugural Goscinny demuestra su talento para el gag, el dominio de las tramas alargadas más de cuarenta páginas, su talento para crear personajes sólidos con una galería de secundarios gloriosa, y una facilidad para el diálogo chispeante como muy pocos escritores pueden igualar.
El tandem realizó veinicinco álbumes de calidad creciente, o cuanto menos, de innegable excelencia en su conjunto. Aventuras llenas de humor elegante, refinados dobles sentidos y muy adultos guiños culturales (desde la aparición de los Beatless a caricaturas de políticos coetáneos, pasando por el guiño a los clichés que definen a las distintas naciones que Astérix y su inseparable Obélix han recorrido).
Pero la muerte de Goscinny en 1977, unida a la voluntad firme (y nunca replanteada) de Uderzo a continuar la serie como autor completo, sin admitir ni la cancelación de la cabecera ni ceder la labor del guión a otros guionistas, ha supuesto un declive pausado pero incesante, con últimos capítulos tan descafeinados como “¡El cielo se nos cae encima!”. En este momento artísticamente yermo, llega el inevitable Gran Cumpleanños, el medio siglo de existencia. Y de regalo de cumpleaños (además de diversos fastos, como una fiesta gala en París, un musical, o una exposición en el Museo Nacional de la Edad Media de Cluny), Uderzo ha preparado (y ya está en todas las librerías a la venta) un nuevo álbum, que incluye una historia breve e inédita del llorado y añorado Goscinny. Dicho reclamo (de innegable atractivo para todo seguidor de la serie) se acompaña de otras historias breves en que, por una vez, ofician de guionistas invitados firmas ajenas. El nuevo álbum se titula “El aniversario de Astérix y Obélix: el libro de oro”, y aunque no va a contarse entre los trabajos destacables de la saga (ni mucho menos), será nuevamente cita obligada de todos los miles de fans de esa pequeña e imbatida aldea de la bretaña gala.
Y si atendemos a la rumorología o a lo rosa del asunto, las actuales disputas entre Uderzo, su propia hija y la descendiente de Goscinny (sobre la posible continuidad o no de las aventuras del irreductible galo tras la muerte de Uderzo) pueden hacer pensar, incluso, que este álbum, curioso, de indudable interés coleccionista, y con el buen sabor de reencontrar los textos del guionista original, este paquete de breves estampas galas, sea acaso el último álbum de Astérix el galo. Ojalá nos equivoquemos, claro (y ojalá el futuro reserve nuevas sorpresas que recompongan al mito y lo devuelvan a una tercera era ascendente, por pedir que no quede)